Ya paso un año desde que todo
esto comenzó y sigo sin averiguar que ha cambiado y que no. Pero empecemos por
el principio.
Hace exactamente un año comencé a
escribir otra vez, en un intento por escapar del terrible sentimiento que
estaba desmoronándome con toda la calma del mundo, disfrutando de cada instante
en el que caía más y más profundo. Estaba acelerada, nerviosa, mi cabeza no
lograba encontrar una explicación lógica y aunque el desastre ya se había anunciado
antes, me tomo completamente por sorpresa. No sabía por dónde empezar, o mejor
dicho por donde concluir todo el asunto que me arrastro a un borde de tal confusión
que termine haciendo lo único que sé hacer en estos casos de caos mental,
escribí una carta.
Como buena quinceañera enamorada,
la carta estaba llena de contradicciones. Aun puedo leerla y volver a sentir lo
mismo que sentía cuando la escribí. Quería matar, quería besar, quería correr, quería
gritar. No sabía cuál iba a ser mi próxima movida, tenía planes que no incluían
en ningún punto el tener que volver a tomar el camino sin sostener su mano,
justo como había llegado.
Pero eso no era suficiente, tenía
la necesidad de poder explicarme sin enredarme en mis propias palabras. Siempre
había querido un blog y ahora tenía un motivo para hacerlo, decir las cosas que
no debía decir. No estaba pensando en un nombre para el blog que sonara
interesante o bonito, no, estaba pensando en que tenía tantas cosas guardas,
tantas palabras que nunca dije y que iba a llevarme a la locura no sacarlas y
que las convenciones sociales no me permitían decir porque ¿Cómo rayos vas a
decir que te dolió algo tan insignificante, cómo vas a decir que estas molesta,
cómo vas a decir que alguien mas tuvo el poder de destruirte y tu dejaste que
lo hiciera? Claro que no debes hacerlo, debes ser fuerte y orgullosa porque así
funcionan las cosas.
En un principio tenia las
intenciones de hablar de muchos temas, pero yo sabía que no iba a ser así, escribir
sobre otras cosas no se me da. Los engañe con mi primera entrada pero luego
vino la segunda lo que saco todo a relucir y lo que mas recuerdo es que les
prometí a mis futuros lectores que les contaría la historia de lo que me estaba
sucediendo, cosa que aun no ha pasado. Los que me conocen saben, o al menos
imaginan, con qué tiene que ver todo esto pero eso no significa que lo sepan
todo. Pero bueno, esa historia no puede ser contada porque sigo lidiando con
ella.
No tienen ni idea de lo bien que
me ha hecho este blog, de las satisfacciones que he obtenido escribiendo en él
y lo bien que se siente poder compartir lo que sientes con otras personas sin
ser interrumpido o sentirse juzgado. Escribo para mi, escribo para no perder la
cabeza, escribo porque en el proceso de hacerlo entiendo lo que está pasando. Todo
lo que hay aquí tiene que ver con mi vida o con la vida de los que me rodean.
Pero a pesar de todo, un blog no
es suficiente para arreglar el desastre que los acontecimientos del año pasado
hicieron en mí. Quizá me estoy dejando llevar y culpo a otras personas y a las
circunstancias de lo que me paso aunque todo sea mi responsabilidad, quizá eso
solo fueron los factores que desencadenaron una reacción, que sacudieron mi
mundo y que me hicieron replantearme a mis escasos 19 años lo que creía saber
de la vida.
Conocer la verdad es solo el
comienzo de un largo y tortuoso camino y más cuando no termina de quedar clara
y es por eso que la verdad es solo el comienzo de un final. Hace un año yo supe
una verdad que me ha llevado en un viaje complicado, muy parecido a ese de las
tan trilladas montañas rusas. He llegado a mi punto máximo solo para comenzar a
caer a una velocidad donde frenar significa suicidio. Quizá me niego a ver las
cosas de frente y poner un alto a todo esto, o quizá también sigo aquí porque
aun siento que hay algo porque luchar pero mientras averiguo cual de las dos es
continuare escribiendo aquí, para mi y para ustedes que deciden acompañarme
cada entrada.
¡GRACIAS!