Las oportunidades son esos
pequeños instantes en los que nuestros sueños están tan cerca de hacerse
realidad que los podemos tocar y a veces somos tan estúpidos creyendo que los
momentos fugaces duran para siempre, que dejamos escapar esos destellos de
felicidad por estar distraídos con “algo más”.
Cerramos los ojos y dentro de
nuestra cabeza sólo podemos escuchar ese pequeño susurro diciendo que esto no
es real, que nunca lo ha sido y que no tiene porqué serlo. Es demasiado
perfecto en ese preciso momento, tanto que nos convencemos que sólo es un producto
de nuestra imaginación.
El pasado es la trampa que
nosotros mismos nos ponemos, aferrándonos a las cosas que nunca funcionaron y
que no van a funcionar, son esas cuerdas que no podemos cortar y que nos
manejan a su antojo, como simples títeres por el destino, jalándonos cuando
esos recuerdos empiezan a gritar porque te has detenido a ver algo más en el
camino.
“Las oportunidades no esperan” es
un dicho bien dicho, y también eso que dicen en las calles: la oportunidad que
tú desperdicias, alguien más la tomará. La perfección que otorgan las
oportunidades dura lo que tiene que durar, sólo lo necesario para poder atraparlas
antes de que comience a cubrirse con las sombras de su propia humanidad.
Ayer estuve ahí, sintiendo la
perfección, esperando que me atraparas con valentía, jugando mi papel de
destello en tu vida. Hoy comencé a ver que las sombras nos cubrían, lo perfecto
tiene sus defectos y ya estoy lista…
- Para no dejar que me puedas tocar una vez más,
- para dejar que divagues entre tus recuerdos y esperanzas,
- para estar tan lejos de tu realidad como ayer estuve tan cerca de tus fantasías,
- para volar y darle la oportunidad a alguien más.