Hay etapas de la vida en las que no se sienten pasar las
noches, hay otras en las que se convierten en una eternidad y las menos, que
son las noches que sólo son noches.
Todos sabemos que nada dura para
siempre, que a veces hay nostalgia por lo que fue y ya no es pero el tiempo
hace efecto en nosotros y cada vez nos alejamos más de todo eso. Los recuerdos
ya no están, hay ausencia de suspiros, se acaban los corazones rotos y nos
encontramos de nuevo volviendo a empezar.
Es un reinicio donde existe la
tranquilidad y la paz mental, donde tu tiempo vuelve a ser sólo tuyo, donde
dejas de perseguir sueños para empezar a construir nuevos, vuelves a creer,
vuelves a volar…
Los nuevos comienzos llegan con
el fin de algo, sin que lo planeemos, sin lo que deseemos o simplemente sin que
lo queramos. Yo aprendí que estar buscando un final es la peor manera de
encontrarlo. Las cosas caen solas por su propio peso, el tiempo juega su papel,
la paciencia se agota y los límites se alcanzan y es entonces donde no queda
nada más que voltear la mirada y tomar una nueva dirección.
No sé a ustedes pero a mí me da
mucho miedo comenzar de cero, no tener nada en mi mente ni en mi corazón,
sentirme vacía pero no por eso incompleta. ¿Qué sigue después de haber
desgastado tu vida entera en hacer que algo funcione y que al final siguió su
curso y terminó?
Sin embargo, no cambiaría por
nada esa sensación de que al fin todo lo malo terminó, que el circulo vicioso
que me arrastraba a lugares oscuros se rompió y que ahora tengo todo un hueco
en mi vida para poder llenarlo con lo que sea, porque comenzar de nuevo no me
exenta de volver a hacer las cosas mal, de rodearme de personas incorrectas o
de cometer el mismo error. ¿Pero qué más da? ¡Para eso es la vida!