domingo, 9 de junio de 2013

Cuando tus miedos se hacen realidad.

Creo que uno de los consuelos que tengo de mi infancia es que ninguno de mis miedos, ni el más grande de ellos se hizo alguna vez realidad. Los monstruos y los fantasmas como los imaginaba no existen, “Eso” es sólo un libro de Sthephen King y salir de mi calle dejo de aterrorizarme hace muchos años.

Ya tengo fuerza para pelear contra los malos, los borrachos ahora me dan risa y todas esas fantasías que había dentro de mi cabeza han sido reemplazadas con miedos irracionales que vienen dentro de mí.

Ahora que soy grande, mis miedos están a solo un paso de convertirse en mi realidad. El fracaso, la soledad, la pérdida, la decepción, los errores son miedos que podrían abrirse las puertas en mi vida, un solo movimiento en falso y estaré cayendo en el precipicio de mis peores pesadillas.

A veces siento que no puedo con nada y que mis fuerzas flaquean, no puedo pensar con claridad y lidiar con mis demonios no es una opción. Hay días en los que quisiera correr como Forrest  Gump sólo para poder escapar de mis problemas, de esas cosas que me atormentan y que se han convertido en obstáculos de mi vida.

Y entonces, a veces me pregunto si mis nuevos miedos, que ahora casi puedo tocar con mis manos, no son igual de irreales y absurdos como los que tenía cuando era niña. Quizá la soledad sea solo una continuación de mi miedo a ser robada por un vagabundo, o mi terror al fracaso sea la nueva cara que tienen los fantasmas aterradores que salían en las películas.

Durante mi infancia tuve miedo de subir a la azotea de mi edificio porque no quería encontrarme con algo desconocido. Un día cuando olvidé por que no subía ahí, perdida en mis pensamientos me encontré arriba y descubrí mi lugar favorito en el mundo. Y ahora pienso en la posibilidad de que todos esos miedos que tengo me están impidiendo encontrarme con cosas maravillosas, con personas que puedo llegar a amar y que me detienen de subir a lo más alto a donde los seres humanos tienen permitido llegar.


Ahora, tuve que pasar la pubertad, crecer y desarrollarme para darme cuenta de lo estúpidos que eran mis miedos a los 10 años pero aún no sé qué tengo que pasar para ser valiente ante todos los retos y expectativas que tiene la vida para mí. Dentro de mí existe la esperanza de que lo que me frena sólo depende de lo que está dentro de mi cabeza.

1 comentario: